Saber que nunca más te volveré a escuchar, que no volveré a sonreír cuando te bañabas en tu cuenco rojo y lo salpicabas todo, que no te veré con el pico lleno de galleta, que no volverás a perseguirme, que no volverás a piarme o a llamar nuestra atención, se me hace realmente duro. Porque no lo demostraría tanto como yo quisiera, pero eras muy importante, me sacabas sonrisas cuando estaba realmente mal, eras la alegría de la casa, el que ponía un punto de gracia y el que nunca permitía que estuviésemos en silencio.
Todavía recuerdo el primer día en el que te vi, tan indefenso, sin plumas y con los ojos cerrados, como te dábamos de comer con una jeringuilla. En como te cambiábamos los paños fríos por los calientes para que estuvieses bien cómodo. En como, cuando creciste, querías salir de aquella caja de zapatos para explorar mundo y comenzar a volar. Creíamos que morirías en unos días, pero has estado con nosotros seis años, en los cuales has sido como uno más de la familia. Me reía cuando te veía con la crestita que se te hacía cuando bebías agua, o en el ruidito que hacías cuando pelabas el alpiste. En como venías enseguida volando a tu manta favorita o en como piabas cuando abríamos la puerta de la habitación de mi hermano o mía.
Han sido seis años contigo, y ahora se me hará difícil no volver a escucharte o verte asomado por la jaula. Te echo y te echaré tantísimo de menos pequeñín, mi Morgan. Ojala te hubiese dado más cariño. Espero que ahora estés mejor, y que hayas sido feliz en tu vida con nosotros. Te quiero pequeño gorrión. Descansa en paz amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario